De tanto en tanto, los acontecimientos políticos de Venezuela me devuelven a una frase de Jacques-Alain Miller sobre jauría y superyó; en esta ocasión ha sido un intercambio vía twitter con Mibelis Acevedo a propósito de su artículo “La jauría”. La frase en cuestión se encuentra en Una lectura del Seminario “De un Otro al otro”, y es la siguiente:
“Una jauría es un grupo, un sujeto colectivo, cada bestia pertenece a ese sujeto colectivo de la jauría. Se habla de superyó feroz ligado a la voz. Piensen en el superyó bajo la forma de la jauría, de la que ustedes son la presa. En el superyó está presente un elemento grupal.” (Una lectura del Seminario “De un Otro al otro”, citado en: "El diario éxtimo - Tercera entrega")
El superyó no sería tanto la "voz de la conciencia" como la voz misma (el ladrido, incluso) de la pulsión en tanto imperativo que se impone como "Ley" insensata y feroz. Entonces, si en lo colectivo nos dejamos tomar por la jauría, es porque algo de nuestra relación con el objeto pulsional está en juego. Si eso nos “muerde” es porque a la vez eso "muerde" en algo de nosotros, es porque hay algo en virtud de lo cual nos dejamos "morder". Esto es perfectamente comparable con lo que dice Lacan (en El triunfo de la religión) sobre el carácter devorador de los gadgets para el sujeto: "Eso nos come, pero nos come mediante cosas que remueve en nosotros. Finalmente, uno se deja comer".
Por eso, en una coyuntura política tan cercada por la jauría como la que viene atravesando mi país, es algo notable escuchar en diversas ocasiones en boca de ciertos jóvenes lideres políticos, la advertencia de "no dejarnos llevar por lo peor de nosotros" –es decir, de resistir a la jauría–, advertencia hecha en situaciones en las que justamente podía resultar impopular para la “masa”. Esta advertencia, tan poco complaciente en momentos de crispación política, pone el dedo sobre la llaga del supremacismo moral –la satisfacción mórbida de sentirse incuestionablemente “del lado de los buenos"– y apunta a “bajarle dos” a nuestras identificaciones grupales.
No es una mala manera de remitir a cada cual a la responsabilidad por su propia posición y por sus propias opiniones políticas. Una forma de resistir a la pendiente del odio.
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