miércoles, 27 de marzo de 2019

Algunas observaciones acerca del “semblante”, por Miquel Bassols




Es un hecho que el término “semblante” ha llegado a formar parte de nuestro vocabulario lacaniano como traducción del semblant francés. Lo hemos adoptado como propio, también en castellano, a falta de haber encontrado una traducción mejor. No deberíamos, sin embargo, dejar de señalar cierto uso neológico que esta adopción supone en nuestra lengua. No hacerlo reduplicaría tal vez el equívoco, pensando que “hacemos semblante” de decir lo mismo en cada lengua, cosa por otra parte imposible si atendemos al título del libro de Umberto Eco (1) sobre lo real con el que trata la traducción: se trata de Decir casi lo mismo, admitiendo que hay algo que no cesa de no escribirse en el paso de una lengua a otra.


 I

Al introducir su curso “De la naturaleza de los semblantes” (2), Jacques-Alain Miller empezaba haciendo un recorrido del término semblant en la lengua francesa, recorrido necesario para entender la torsión que Lacan da a la extensión de su uso en el psicoanálisis. Una consulta a los diccionarios de la lengua castellana nos indica que sólo en su uso antiguo o en expresiones muy concretas el “semblante” castellano llegaría a decir casi lo mismo que el semblant francés. Por lo general, el término “semblante” designa hoy la cara o el rostro de la persona, referencia que, siguiendo al Petit Robert, no encontramos en ninguna de las acepciones de semblant (3). Si bien el Diccionario de la Real Academia incluye una cuarta y última acepción de “semblante” como “apariencia”, el Diccionario de Uso del Español de María Moliner deja de incluirla para circunscribir su uso actual al de la cara o el rostro de la persona, y sólo figuradamente toma el sentido específico de “aspecto favorable o desfavorable que presenta un asunto”.  El tan preciso Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico de Joan Corominas y José A. Pascual nos indica los vericuetos que ha seguido el término en su historia. Antiguamente, desde el siglo XIII hasta el XV por lo menos, se usaba el término “semblar” como “parecer” y, más comúnmente, el participio activo “semblante” con la acepción de “parecido”, como “apariencia de algo”. En el mejor de los casos, podríamos recuperar esta acepción. Pero el uso viró muy pronto hacia el sentido de “rostro, aspecto de la cara” del ser que habla, y sólo en el ser que habla, para quedar circunscrito a ellos. La parte fue tomada por el todo, - lo que la retórica llama propiamente metonimia -, y el “semblante” como “el parecido” de algo o de alguien vino a quedar restringido a su rostro. Por este mismo desplazamiento, el “semblante” dejó de aplicarse a las cosas para retener sólo el alma de la persona (4). Ya en el siglo XVII, momento del barroco al que siempre habrá que volver para entender algo del semblant, la acepción del término “semblante” siguió fijada como “rostro”, tal como nos indica el Tesoro de la Lengua Castellana o Española (hecho en 1611): “el modo en que mostramos en el rostro alegría o tristeza, saña, temor o otro cualquier accidente, latine vultus a similitudine, porque semeja en el rostro lo que uno tiene en el coraçón”. Y es la acepción que permanecerá en castellano como la más usada hasta la actualidad.

De estas referencias resulta, pues, difícil extraer un uso del “semblante” cercano al faire semblant, al être du semblant, o al que resulta de la oposición entre el faux-semblant y el vrai-semblant. En castellano, expresiones como “hacer semblante de” o “ser semblante” no tendrían sentido alguno desde la perspectiva del lingüista, a no ser que sean considerados como neologismos de uso, ya sea que sucedan a pequeña o a gran escala. Pero este puede ser precisamente todo su interés. La opción de trasladar el semblant por la “apariencia”, por el “hacer parecer” o incluso por el “parecer ser” no resultaría ahora más fácil. Con la importación del “semblante” se trata, pues, de una suerte de mutación en la lengua  que nos indica, en realidad, la pasta de la que está hecha la propia lengua: meaning is use.  Tal vez algún día los diccionarios del castellano se hagan eco de ella e incluyan una acepción lacaniana de “semblante” como un efecto de verdad del discurso del psicoanálisis en la lengua. Vayan estas observaciones como un ejercicio para situar este nuevo “semblante”.


II

Es de señalar que aquel artesano del hacer parecer en el barroco español que fue Baltasar Gracián no usara en toda su obra el término “semblante” más que con el acepción de “rostro”. Lacan calificó al escritor aragonés de “estrella de primera magnitud en el cielo de la cultura europea” (5), y se refiere también a él en el Seminario XVIII aconsejando su lectura (6). Vale la pena repasar un par de referencias donde el término queda forzado más allá de su reducción a lo imaginario del semejante para evocar así lo simbólico del semblant, aunque, bien es cierto, invocando también la vertiente más real de la letra:

- “Yo diría que, a pocas palabras, buen entendedor. Y no sólo a palabras, al semblante, que es la puerta del alma, sobrescrito del corazón” (7).  El semblante, el rostro, es aquí la puerta de entrada a los secretos del alma, pero también es por ello sobrescritura – palimpsesto que borra un texto con otro - de las pasiones del corazón.

- “El apasionado siempre habla con otro lenguaje diferente de lo que las cosas son: habla en él la pasión, no la razón; y cada uno según su afecto o su humor, y todos muy lejos de la verdad. Sepa descifrar un semblante y deletrear el alma en los señales; conozca al que siempre ríe por falto y al que nunca por falso…” (8). El semblante designa también aquí el rostro, - seguimos en la referencia a lo imaginario del semejante -, pero es también un mensaje cifrado que hay que deletrear en sus señales. 

Y es que Baltasar Gracián intuyó la llegada del discurso de la ciencia y de los nuevos semblantes que habitan la naturaleza, desde la constelación de estrellas hasta el trueno evocado por Lacan como uno de los nombres del padre. Cuando despliegue en su obra todo su arte del hacer parecer – es en este punto donde podemos aprender algo del semblant como categoría (9) – encontraremos momentos tan sugerentes como el siguiente: “No ser tenido por hombre de artificio, aunque no se puede ya vivir sin él. Antes prudente que astuto. Es agradable a todos la lisura en el trato, pero no a todos por su casa. La sinceridad no dé en el extremo de simplicidad, ni la sagacidad, de astucia. Sea antes venerado por sabio, que temido por reflejo. Los sinceros son amados, pero engañados. El mayor artificio sea encubrir lo que se tiene por engaño…” (10). Se trata de una suerte de artificio elevado a la segunda potencia que deja de serlo en la primera en la medida que hace de la verdad, precisamente, un “hacer parecer”, en un uso singular de la apariencia, del semblante como un lugar del discurso. Es aquí donde cabe distinguir muy bien la identificación con el significante amo del uso de la apariencia, del parecer ser o del semblante. 

Esta misma circunstancia daría pie para desvanecer otro artificio en el uso implícito que a veces se da a este término: el del semblante como engaño, como fingimiento o como mentira. La propia referencia de Lacan a la verdad como un semblante – a la verdad, pero, ¡cuidado!, no a sus efectos - pone en cuestión este uso del término. La crítica a los discursos que harían de todo un semblante no escapa, en realidad, a la paradoja de considerar una verdad más allá del semblante. Sin duda, el espíritu del barroco nos ayudará en este punto a “brujulear” – el término se usaba entonces para eso - de la buena manera con el semblante.

Pero lo que queda en cuestión es finalmente la idea, sostenida por la aproximación lingüística al sentido y al goce, de que habría un referente preciso del término “semblante”. Y es precisamente a propósito del semblant y del referente que Lacan manifestará pasar de la lingüística, en la misma medida en que se sirve de ella,  indicando que “el referente nunca es el bueno, y eso es lo que hace un lenguaje” (11).  Desde esta perspectiva, toda designación es metafórica  y el referente real queda como un vacío, como imposible de designar.

No se trata tanto entonces de faire semblant, expresión que en francés se acerca al “hacer comedia”, sino de alojarse, de estar en la categoría del semblant como lugar inherente al discurso. En el uso lacaniano del término, como recordaba nuestro colega Patrick Monribot recientemente en Barcelona, no se trata tanto del “hacer como si”, del fingir o del engañar escondiendo la verdad, sino del être dans le semblant, y desde ahí hacerse pasar por lo que, en realidad, se es.

  
Notas
(1) Umberto Eco, Dire quasi la stessa cosaEsperienze di traduzioni, Bompiani 2003. Traducción al castellano, Decir casi lo mismo. Experiencias de traducción, Lumen 2008.

(2) Jacques-Alain Miller, Curso de 1991-92, De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires 2002.

(3) Igualmente parece suceder en portugués, donde “semblante” tiene el sentido prevalente de “fisionomia, rosto, face”. En italiano, el “sembiante” parece más cercano al “aspetto, apparenza”, aunque guarda su primer sentido de “sembianza, volto”. En inglés, parece que lo más juicioso ha sido dejar el término en francés y no verterlo al “semblance”. Ver Russell Grigg, “The Concept of Semblant in Lacan's Teaching”, Lacanian Ink. Aunque el propio Russell Grigg indica una buena contingencia en la lengua inglesa: “Foolish men mistake transitory semblance for eternal fact”(Thomas Carlyle). También existe la expresión “a semblance of truth” para expresar lo verosímil.

(4) Este último uso restringido del “semblante” como “rostro” fue de hecho tomado del catalán – donde existen semblar semblant –, lengua en la que el término siguió manteniendo, si  embargo, la acepción antigua.

(5) Jacques Lacan, “La cosa freudiana”, en Escritos, Siglo XXI, México 1984, p. 389.

(6) “Alguien del que habría que ocuparse un día es por ejemplo Baltasar Gracián, que era un eminente jesuita  que escribió cosas de las más inteligentes que se puedan escribir”. Jacques Lacan, Le Séminaire, livre XVIII, “D’un discours qui ne serait pas du semblant”, du Seuil, Paris 2006, p. 36. Traducción  al castellano, Seminario 18, “De un discurso que no fuera del semblante”, Paidós, Buenos Aires 2009, p. 35.

(7) Baltasar Gracián, “El discreto”, Obras Completas II, Turner, Madrid 1993, p. 123.

(8) Baltasar Gracián, “Oráculo manual y arte de prudencia”, Obras completas II, p. 294.

(9) Una interesante Jornada de trabajo impulsada por Jacques-Alain Miller en Febrero de 1992 reunió una serie de intervenciones sobre el tema publicadas en castellano con el título de “Arte del Hacer Parecer. Clínica del Semblante”, Fascículos de Psicoanálisis, Ediciones Eolia, Barcelona 1992.

(10) Baltasar Gracián, op. cit. p. 275.

(11) Jacques Lacan, Le Séminaire, livre XVIII, “D’un discours qui ne serait pas du semblant”, du Seuil, Paris 2006, p. 148.



Publicado en: Desescrits de psicoanàlisi lacaniana, 03-06-2009


Imagen: Pintura de Isabel Emrich

miércoles, 13 de marzo de 2019

Un psicoanálisis que no sea una estafa, por Gabriela Urriolagoitia


Decir algo acerca de lo real evoca para mí, una enigmática cita de Lacan: "Nuestra práctica es una estafa, al menos considerada a partir del momento en que partimos de ese punto de fuga".1

¿Por qué una estafa? Esto se articula con el sintagma de la verdad mentirosa. Cuando uno dice su verdad, es un modo de subjetivar la imposibilidad que tiene de acceder a lo real por la vía del sentido. Pero al mismo tiempo que la subjetiva, testimonia la impotencia de la verdad en relación a lo real, porque lo real es ese punto de fuga del sentido.

Lacan dice: "Lo real dice la verdad pero no habla".2 Lo real no le miente al serhablante porque cuando irrumpe lo vive en su cuerpo. Tiene el estatuto de una experiencia frente a la cual las palabras no acuden a su auxilio, por eso no habla. Y al articular esta experiencia en el discurso analítico, el sujeto miente porque entra al campo del sentido. Evidencia además, que las palabras no alcanzan para reabsorber ni resolver esta irrupción. Entonces si el sentido es aquello con lo que operamos en la práctica,  el psicoanálisis es una estafa porque no toca lo real.

Frente a la estafa, Lacan propone la neutralidad del analista: "…esta subversión del sentido, esta especie de aspiración no hacia lo real sino por lo real".3 Un deseo del analista de reducir al Otro a su real y de liberarlo del sentido.

Así la apuesta de Miller para el psicoanálisis del siglo XXI es la de desbaratar la defensa contra lo real.4 Es el reto de acompañar a cada sujeto a pasar del desacomodo que lo habita, a lograr un arreglo que inscriba algo de lo posible en su modo de transitar la vida. Una apuesta que nos convoca a trabajar por una práctica analítica que sea  algo más que una estafa.


 NOTAS

1. Lacan, J Seminario 24, "L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre", clase del 26 de febrero de 1977, inédito.
2. Idem, clase del 15 de febrero de 1977.
3. Idem, clase del 26 de febrero de 1977.
4. Miller, J.-A., "Presentación del tema del IX° Congreso de la AMP", www.congresamp2014.com/es/


(Publicado en: AMPBlog: UnReal - Boletín Nº 8)

jueves, 7 de marzo de 2019

La jauría propia, por Ángel Sanabria

De tanto en tanto, los acontecimientos políticos de Venezuela me devuelven a una frase de Jacques-Alain Miller sobre jauría y superyó; en esta ocasión ha sido un intercambio vía twitter con Mibelis Acevedo a propósito de su artículo “La jauría”. La frase en cuestión se encuentra en Una lectura del Seminario “De un Otro al otro”, y es la siguiente:
“Una jauría es un grupo, un sujeto colectivo, cada bestia pertenece a ese sujeto colectivo de la jauría. Se habla de superyó feroz ligado a la voz. Piensen en el superyó bajo la forma de la jauría, de la que ustedes son la presa. En el superyó está presente un elemento grupal.” (Una lectura del Seminario “De un Otro al otro”, citado en: "El diario éxtimo - Tercera entrega")
El superyó no sería tanto la "voz de la conciencia" como la voz misma (el ladrido, incluso) de la pulsión en tanto imperativo que se impone como "Ley" insensata y feroz. Entonces, si en lo colectivo nos dejamos tomar por la jauría, es porque algo de nuestra relación con el objeto pulsional está en juego. Si eso nos “muerde” es porque a la vez eso "muerde" en algo de nosotros, es porque hay algo en virtud de lo cual nos dejamos "morder". Esto es perfectamente comparable con lo que dice Lacan (en El triunfo de la religión) sobre el carácter devorador de los gadgets para el sujeto: "Eso nos come, pero nos come mediante cosas que remueve en nosotros. Finalmente, uno se deja comer".
Por eso, en una coyuntura política tan cercada por la jauría como la que viene atravesando mi país, es algo notable escuchar en diversas ocasiones en boca de ciertos jóvenes lideres políticos, la advertencia de "no dejarnos llevar por lo peor de nosotros" –es decir, de resistir a la jauría–, advertencia hecha en situaciones en las que justamente podía resultar impopular para la “masa”. Esta advertencia, tan poco complaciente en momentos de crispación política, pone el dedo sobre la llaga del supremacismo moral –la satisfacción mórbida de sentirse incuestionablemente “del lado de los buenos"– y apunta a “bajarle dos” a nuestras identificaciones grupales.
No es una mala manera de remitir a cada cual a la responsabilidad por su propia posición y por sus propias opiniones políticas. Una forma de resistir a la pendiente del odio.

lunes, 4 de marzo de 2019

El nuevo flogisto, por Hebe Tizio




La actualidad del campo educativo se caracteriza por la pérdida de la función educativa. Cuando lo específico que sostiene un campo se traspapela, el fundamento se busca en otro discurso. Hoy la educación busca en el discurso científico su orientación y es allí donde se desorienta más.

El paradigma de las neurociencias se ofrece como solución y el cerebro se ha convertido en el nuevo flogisto. La causa de “todo” sería el cerebro, la supuesta máquina cognitiva, pero también la gestora de los comportamientos. El buen cerebro que no tendría límites en lo que podría desarrollar…

Esta perspectiva borra la dimensión subjetiva y busca homogeneizar los goces, pero justamente por eso su teoría cerebral carece de aplicación.

Desde el psicoanálisis sabemos que el niño necesita aprender para que su psiquismo se anude. La educación es una oferta de la que el sujeto se sirve para construir algo; de ahí que todo aprendizaje sea sintomático. Es decir, es un instrumento del que se sirve para tratar el goce de manera singular.

La función educativa intentaba ayudar al sujeto a articular su particularidad en lo social por la vía sintomática, sin intentar reducir su estilo de vida a un estándar.

Era una función “civilizadora”, pues trataba lo pulsional por la vía del interés y la promesa de futuro, y para ello se ayudaba de los límites necesarios. El psicoanálisis ubica la existencia de un real fuera de sentido, el lado goce del inconsciente, que no se puede erradicar, pero si tratar con el consentimiento del sujeto.

Por eso es importante hacer la diferencia entre la regulación parcial del goce por esa vía y el odio al goce, que apunta a la represión directa bajo el imperativo de un ideal homogenizador.

Para la educación la cuestión es si se logra el consentimiento del sujeto o si se trata de la aburrida imposición de protocolos de control.

No hay educación si no hay algo exterior al campo de los aprendizajes que sostiene la empresa. Un sujeto interesado que aprende bajo transferencia es el testimonio de la incidencia del inconsciente, es decir, usa a su manera el instrumento que se le ofrece para regular el goce.

Los neuroeducadores que han borrado al sujeto se hallan ante una dificultad, porque necesitan la motivación, la curiosidad, amor de transferencia. No pueden entablar relación directa con el cerebro. Por eso lo que les queda es transformarse en “entrenadores” que deben adiestrar las supuestas funciones cerebrales para una mejor domesticación.

Este rechazo al inconsciente es fruto de la pasión de dominio del educador y condena al sujeto a lo peor, ya que genera con demasiada frecuencia transferencia negativa, rechazo.



Sexualidad y diferencia de género. Por Miquel Bassols

  “Sexualidad y diferencia de género”. Miquel Bassols en ELP TV  https://www.youtube.com/watch?v=Q2Y3h8_pckM - 26 may 2022- No hay duda de ...