sábado, 26 de enero de 2019

La supermáquina que decía palabras sucias, por Ángel Sanabria


“IBM Watson bebe de la fama alcanzada por esta marca después de que el ordenador ganara un concurso de televisión llamado 'Jeopardy!'”
En enero de 2013 se difundió en las redes una peculiar noticia: la supercomputadora “Watson” de IBM,  considerada la “más inteligente del mundo” por su capacidad de responder preguntas en forma “conversacional” y famosa por haber triunfado frente a dos expertos competidores humanos en el programa de concursos Jeopardy (conocido por sus “conchas de mango” en la formulación de las trivias), había tenido que ser reajustada por su uso inapropiado del lenguaje soez.  “Algo así como lavarle la boca con jabón”, ironizaba un comentador.

La forma más simple de comprobar si una computadora “piensa” es verificar si puede entablar una conversación natural con un ser humano. Es lo que se conoce como el “test de Türing”, y ha sido un reto permanente para diseñadores de computadoras y especialistas en inteligencia artificial. Con esta preocupación en mente, el investigador de IBM Eric Brown, intentó alimentar a “Watson” con el Urban Dictionary –un popular website con un diccionario de expresiones urbanas y en slang, desde las más inocentes hasta las más subidas de tono en un intento por hacer más “humana” la comunicación del supercomputador e incrementar su dominio de las sutilezas del habla común.

El problema, como lo comenta el portal Sciennode.org,  es que “Watson” “era totalmente incapaz de juzgar cuando era o no apropiado usar la plétora de slang sexual y de palabras obscenas que había recogido del sitio web” (Purcell, 2013). Así pues, los científicos de IBM tuvieron que borrar de “Watson” el Urban Dictionary y además colocarle un filtro contra obscenidades.

Esta jocosa anécdota nos lleva a recordar lo que ya decía Lacan en 1973, en el Seminario Aún: “Asumo que la computadora piense ¿pero se puede decir que sabe?”. A lo que agregaba la siguiente precisión: “el saber vale lo que cuesta, es costoso porque uno tiene que arriesgar el pellejo [para aprenderlo]; porque resulta difícil, ¿qué? –menos adquirirlo que gozarlo.” (Lacan, 1981, pág. 117).

Eso es lo que hace que la súper inteligente computadora “Watson” pueda pensar, pero no saber. No le cuesta nada acopiar la enorme y compleja información del Urban Dictionary entero, pero por más filtros que le coloquen, es incapaz de saber por qué bullshit es una mala palabra o entender qué significa ser una “mala palabra”. Simplemente porque "Watson" no tiene ningún pellejo que arriesgar en su “aprendizaje”.

La verdad, nosotros mismos no estamos seguros de entender bien por qué ciertas palabras son "malas palabras" y otras no, más allá de saber usarlas. Arbitrarias, subjetivas y convencionales, prohibidas en general pero toleradas e incluso disfrutadas en condiciones apropiadas, sólo sabemos que las palabras obscenas están siempre más o menos cargadas de contenido sexual o escatológico –están siempre ligadas al morbo del cuerpo.

En el diccionario personal de palabras-clave (“Setenta y siete palabras”) que Milan Kundera incluye en El arte la novela, encontramos lo siguiente:

“OBSCENIDAD.  En un idioma extranjero, se utilizan las palabras obscenas, pero no se las siente como tales. Una palabra obscena, pronunciada con acento, resulta cómica. Dificultad de ser obsceno con una mujer extranjera. Obscenidad: la más profunda raíz que  nos liga a nuestra patria.” (Kundera, 1994, pág. 161).

No nos extrañaría, pues, que una persona como Temple Grandin, que asegura que su pensamiento es similar al de una computadora por la total separación que ella hace entre intelecto y afecto, únicamente usara obscenidades en casos extremos –es sólo una suposición con fines didácticos, a modo de ejemplo o tal vez que las usara como si de palabras extranjeras se tratase. En esta separación entre intelecto y emociones que caracteriza al autismo, de lo que estamos hablando es de la carencia del significante amo, en la línea de los Lefort y Maleval, i.e., de la desconexión entre Sy objeto “a”, es decir, entre lenguaje y cuerpo.

En cambio, en la psicosis no nos queda duda de que el sujeto conoce plenamente el espesor de las palabras obscenas, especialmente cuando éstas se le imponen en la alucinación verbal como voces injuriosas e insultantes, como la voz “obscena y feroz” del superyó que retorna en lo real.

¿A qué nos conduce todo esto? En primer lugar a interrogar el hecho de que las palabras resuenen de tal modo en el cuerpo, y al hecho de que la adquisición del lenguaje –y más que su adquisición, su ejercicio tenga para el sujeto un costo que debe pagar como se dice “en carne propia”. Esta “libra de carne” que el sujeto debe pagar es justamente el objeto de la pulsión, aquello que anima el circuito de las pulsiones. La cita de Lacan en el Seminario 23, El sinthome, es aquí casi obligatoria:

 “Las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir. Para que resuene ese decir, para que consuene (…) es preciso que el cuerpo sea sensible a ello. De hecho lo es. Es que el cuerpo tiene algunos orificios, entre los cuales el más importante es la oreja, porque no puede taponarse, clausurarse, cerrarse. Por esa vía responde en el cuerpo lo que he llamado la voz.” (Lacan, 2008, pág. 18).



REFERENCIAS

Kundera, Milan. (1994). El arte la novela. Barcelona: Tusquets.

Lacan, Jacques. (1981). El seminario de Jacques Lacan. Libro 20: “Aun”, 1972-1973. Caracas: Ateneo de Caracas/Paidós.

Lacan, Jacques. (2008). El seminario de Jacques Lacan. Libro 23: “El sinthome”, 1975-1976. Buenos Aires: Paidós.

Purcell, Andrew. (2013). “Supercomputer has swear filter addedafter learning the Urban Dictionary”, Sciennode.org,enero 23, 2013

jueves, 24 de enero de 2019

“Semblante, letra, juntura: una lectura del Seminario 18” Ángel Sanabria


ARGUMENTO



En este seminario de textos nos proponemos abordar la lectura del Seminario 18 de Lacan, De un discurso que no fuera del semblante”, teniendo en la mira las cuestiones introducidas por la última enseñanza de Lacan y la clínica del parlétre.

A medio camino entre la escritura de los cuatro discursos y las fórmulas de la sexuación, este seminario se nos presenta de entrada como una pregunta dirigida al psicoanálisis mismo que es planteada, por así decir, “al pie de la letra”: “¿Es posible desde el litoral constituir un discurso que se caracterice por no estar emitido desde el semblante?”; dicho de otro modo, ¿es posible un discurso que fuera de lo real? Entonces, si no hay discurso sino del semblante, ¿cómo podría el discurso analítico tocar algo de lo real?, ¿cómo podría el psicoanálisis escapar de la “estafa”?

En el centro de esta pregunta, Lacan va a colocar aquello que entre hombres y mujeres permanece como agujero: “Se trata –dice a propósito Miller– del hombre y de la mujer, de sus relaciones más concretas, amorosas y sexuales, en su vida diaria, sí, así como en sus sueños y sus fantasmas… Aquí se intenta darle una lógica”. Es decir que  va a poner el agujero de la no relación sexual, como trauma de la lengua por fuera de la mitología edípica, dando un nuevo giro a la función de la letra y la escritura que desembocará en los desarrollos sobre el no-todo y el goce femenino en Aún.

La categoría de semblante, al juntar del mismo lado imaginario y simbólico, representa como dice Miller, “una escala en el camino hacia el nudo borromeo”, que será el modo en que  Lacan intentará una nueva escritura de lo real al final de su enseñanza. Cabe entonces preguntarse de qué manera podemos orientarnos en ese litoral en el que el semblante podría engancharse a algo de lo real del goce, y no simplemente a los efectos de sentido.

Como vías de aproximación a esta pregunta, tomamos, por una parte, la referencia clínica a la psicosis y el autismo, en tanto muestran lo que ocurre cuando faltan los semblantes que harían de juntura: “La juntura da cuenta de que no todo es semblante (…) hay un real que se ubica en la falla misma de la juntura, en la hiancia entre los elementos a juntar.” (G. Stiglitz, “La juntura más íntima… y la psicosis ordinaria”); y por la otra, los testimonios de pase en tanto puede revelarnos lo que Miller llamó el  borde de semblante sinthomático producido por un análisis como “punto de enganche al goce que no depende ya del Otro” (Pierre Malengreau, “Borde de semblante”).


-Ángel Sanabria


Seminario de Textos “Semblante, letra, juntura: una lectura del Seminario 18” - NEL México
      Inicia: 27.03.2019
      Horario: miércoles de 7:30 a 9 pm
      Frecuencia: quincenal
      Coordina: Ángel Sanabria

Texto de referencia:
       Lacan, Jacques: El Seminario Libro 18, De un discurso que no fuera del semblante.

Bibliografía adicional:
Lacan, Jacques: El Seminario Libro 20, Aún.
Miller, Jacques-Alain: Sobre la naturaleza de los semblantes.
       Varios autores: “Textos y Papers del VII Congreso de la AMP – Semblantes y síntomas”.


Más información: (55) 7028 4439 / email: asistente.nel.mexico@gmail.com


domingo, 20 de enero de 2019

Junturas y piezas, por Ángel Sanabria


Muñeca de trapo (detalle), Armando Reverón

Juntura

Juntura (Del lat. junctura.) 1. f.  Parte o lugar en que se juntan y unen dos o más cosas: este grifo pierde agua por la juntura. 2. Pieza que se coloca entre otras dos para unirlas o asegurarlas: se ha roto la juntura de la puerta.1


El Dios toro
Armando Reverón, el gran pintor venezolano, se hizo conocido no sólo por su obra excepcional sino también por sus singulares rituales frente al lienzo: trabajar casi desnudo, “calentar la vista”, frotar sus brazos con una tela gruesa –a veces hasta sangrar–, palpar los colores antes de usarlos, atar sus miembros, etc. A raíz de las crisis psicóticas sufridas por el pintor, estos rituales no dejaron de llamar la atención de psiquiatras de orientación dinámica, y no faltó quien creyera ver la presencia de un “complejo de castración” en el ritual de amarrarse fuertemente la cintura para separar la parte superior del cuerpo (“espiritual” y “noble”, según el pintor) de la parte inferior (“instintiva” y “animal”).

Dejando de lado el hecho de que este intento de separación en lo real sería más bien un índice de la ausencia de la castración, lo que vemos aquí es un arreglo singular para tratar lo que Lacan calificó como un desorden en la juntura más intima del sentimiento de la vida en el sujeto.  Es pues, un intento de poner orden en aquello que se experimenta como disjunto y que hace del cuerpo algo ajeno, que se escapa y se desborda. El propio discurso de Reverón nos lleva a precisar que el desorden está en la juntura misma entre el cuerpo y las palabras: “Tengo animales por dentro que me suben por el estómago y me quitan la palabra. Para hablar tengo que pedirles permiso y ya he descubierto la clave: me mantengo recto, derecho. Así no puede hacerme nada el Dios Toro”.2

Sin embargo, lo importante en este caso, lo que estos rituales de Reverón nos enseñan como experiencia fundamental para todo ser humano, más allá de cualquier reducción a lo “patológico”, es que el poder disponer de un cuerpo no es algo que esté dado “naturalmente” o de forma innata para los seres hablantes. Por el contrario, cada quien debe encontrar un modo de juntar lo que de entrada se nos presenta como un desorden de piezas sueltas hechas de palabras, imágenes y acontecimientos del cuerpo.


Jambon

En su primer testimonio como AE, Marta Serra Frediani relata cómo al final de su análisis la conduce al encuentro con las piezas sueltas de un goce ya sin Otro.3
Dos elementos se tejieron y destejieron, nos dice, en su último análisis: lo que ella llama el “vaivén” y “la escena de seducción”. El vaivén consistía en una sensación entre angustiosa y gozosa, de que el espacio se agrandaba y achicaba en torno a su cuerpo, que emergía en sus terrores nocturnos infantiles. De aquellas experiencias recupera una frase de consuelo que le resultaba propiamente absurda: “no pasa nada, hay jamones en el techo” –frase que en su recuerdo atribuía a la madre, pero que en realidad pronunciaba ella misma–. En su vida adulta el vaivén se asociaba a la escucha de voces hablando a lo lejos, en ese punto en que la distancia las hace ininteligibles, puro fonematismo. Por su parte, la escena traumática de seducción remitía a la figura infantil y prohibida de un “padre que se satisfacía de la niña seductora” sobre la cual se edifica, vía los juegos del lenguaje, el fantasma de ser un “jamón” destinado al apetito de los hombres: “El sujeto era el objeto jamón, y eso era lo que se repetía en la compulsión de seducción que había organizado su vida”.

La reducción en el análisis de esta posición fantasmática acarrea una mutación de la experiencia del vaivén: ya no eran las dimensiones espaciales sino el cuerpo mismo el que se engrandecía y empequeñecía. El goce invasivo del vaivén, que había encontrado una cierta estabilización en el fantasma, sin ese apoyo irrumpía ahora con redoblada intensidad. Se despejaba así la razón de aquella frase absurda: “no pasa nada, hay jamones en el techo”, revelando la función del fantasma como defensa contra la irrupción de goce opaco, puro resto del encuentro traumático entre cuerpo y lenguaje.

Al final, un sueño repetitivo la confronta con “algo de la vida y la muerte", con "lo que debo hacer". Quiere dar su opinión, pero algo en su garganta le obstruye la voz. Buscando extrae un trozo cuerda, y otro, y otro más, que luego resultan ser gambas vivas que mueven. Son “trozos de real que no hacen uno y que ningún discurso existente puede expresar”, y para los que debe inventar nuevos anudamientos.

En este punto, la respuesta del analista a su pregunta –“¿de qué jamón [Jambon] debo separarme ahora?”– hace resonar el equívoco y apunta al resto transferencial: “de JAM BON, tengo que separarme de JAM, mi analista bueno”. Un final hecho de piezas sueltas, como lo califica Marta Serra.


Piezas sueltas

Hacemos nuestra vida a partir de estas piezas sueltas: “…la vida de los seres hablantes, sus lazos, sus pasiones y satisfacciones están hechos de piezas sueltas, que de alguna manera hay que juntar” (G. Stiglitz).4

Piezas sueltas que son marcas del encuentro contingente, sin razón ni porqué, entre el cuerpo y las palabras. Aquí una mirada, allá una voz, tal vez un gesto o un silencio, siempre cargados de una resonancia que nos atraviesa y nos excede. Con esas contingencias que nos llevan y traen, hacemos una trama, como dice Lacan, eso que llamamos “nuestro destino”.

¿Qué es lo que nos marca, qué es lo que nos hiere de las palabras? Lo que nos hiere de las palabras es lo que vehiculan de sin sentido, de ese goce que lalengua recorta y desnaturaliza en el propio cuerpo. Es la imposibilidad de dar sentido al goce innombrable y sin ley que nos habita. Y en la medida en que cada quien debe hallar el modo de darle algo de sentido a esas piezas inconexas de goce que hacen la materia de nuestras vidas, todos deliramos. Es tan delirante el “Dios toro” de Reverón como el fantasma del “eres jamón”, en la medida en que ambos son “un intento de puesta en orden de las piezas sueltas que nos constituyen” (ídem). Desde este punto de vista, podemos decir que el sinthome viene a ser el modo singular en que cada quien efectúa, contingentemente, esa juntura íntima entre el cuerpo y lalengua.


Tres lugares, una perspectiva

La juntura, nos dice G. Stiglitz, da cuenta de que no todo es semblante: “hay un real que se ubica en la falla misma de la juntura, una hiancia entre los elementos a juntar”.5 Y propone entonces tres lugares privilegiados para investigar el orden y el desorden en la juntura más intima del sentimiento de la vida en el sujeto: el pase, la psicosis y el autismo.

·     -      El pase: el ser hablante afectado por la re-percusión lalengua en el cuerpo
·     -     La psicosis: el invento de “algo que haga creer en una sólida articulación de los elementos absolutos y contingentes que la determinan”
·      -     El autismo: el fracaso en la articulación de estos elementos

La referencia a la juntura más íntima, tomada de las primeras formalizaciones de Lacan sobre la psicosis y actualizada por Miller en la exploración de las psicosis ordinarias, se abre entonces a una perspectiva común, más allá del ámbito de la psicosis, sobre las respuestas del parlétre frente al real que le toca en suerte a partir de su eventual y contingente (des)anudamiento con los otros registros.



NOTAS

1. Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe.

2. Calzadilla, Juan. (2004). Reverón, voces y demonios. Caracas: Monte Ávila Editores.

3. Serra Frediani, Marta. (2018). “Vaivén. Primer testimonio”, Bitácora Lacaniana N° 7.

4. Stiglitz, Gustavo. (2017). “La juntura más íntima... y las psicosis ordinarias”, Blog de la Sección Plata - EOL, 10 julio, 2017. Disponible en: www.eol-laplata.org/blog/index.php/la-juntura-mas-intimay-la-psicosis-ordinaria/

5. Stiglitz, Gustavo. (2018). “Retorno a la juntura”, Asociación Mundial de Psicoanálisis. XI Congreso LAS PSICOSIS ORDINARIAS Y LAS OTRAS bajo transferencia. Disponible en: https://congresoamp2018.com/textos-del-tema/retorno-la-juntura/

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