miércoles, 10 de mayo de 2023

Sexualidad y diferencia de género. Por Miquel Bassols

 

“Sexualidad y diferencia de género”. Miquel Bassols en ELP TV 

https://www.youtube.com/watch?v=Q2Y3h8_pckM

-26 may 2022-


No hay duda de que estamos ante un cambio de paradigma en el sujeto de nuestro tiempo con respecto a la sexualidad, a las llamadas identidades de género o identidades sexuales. Cambio de paradigma del que dan cuenta el discurso trans y el discurso LGTBI+. El binarismo masculino/femenino parecería esfumarse para poner en cuestión la condición misma de la diferencia entre los sexos. Y sin embargo hay algo de la diferencia radical introducida por la sexualidad en el cuerpo que no se deja atrapar por esta multiplicación de la diferencia entre géneros. Para el psicoanálisis la pregunta es de qué diferencia se trata cuando hablamos de la diferencia de géneros o diferencia de sexos.

Con respecto a esto ahora hay un debate clínico, científico y político que está dividiendo a la derecha, a la izquierda, y a comunidades y discursos diversos. También los propios feminismos están divididos con respecto a esta cuestión, a cómo ordenar incluso jurídicamente esta cuestión, y en el propio discurso trans hay posiciones distintas que hay que conocer, estudiar y recibir de la buena manera. Por otra parte hay un hecho clínico y es que cada vez encontramos más sujetos, especialmente muchachos y muchachas adolescentes, que se presentan -a veces como si fuera un diagnóstico- con la afirmación de una identidad de género o con la pregunta sobre su identidad sexual. Llama la atención el aumento espectacular en los últimos años de hombres trans, de chicos trans, cuando por otra parte hay una crítica cada vez más fuerte, más asumida socialmente, al machismo -al menos en ciertos registros sociales- a la vez que hay un recrudecimiento del machismo mismo. Los muchachos adolescentes, especialmente, no saben muy bien cómo situarse con la masculinidad y es por eso que también se habla hoy de las “nuevas masculinidades”. También por otra parte, y eso se señala en algunos lugares del discurso trans, hay una suerte de nueva norma, normalidad o normatividad trans, por decirlo así, como una forma de identificación para responder a la pregunta sobre la identidad sexual.

Digamos que el psicoanálisis parte de dos cuestiones fundamentales. La primera podemos enunciarla así: no hay identidad sexual, no hay un “ser hombre” o “ser mujer”, una esencia hombre o mujer que pueda definirse de entrada. De hecho, nunca hay un sujeto idéntico a sí mismo, pero con respecto a la sexualidad eso se hace todavía más claro. Cuando el sujeto se confronta a lo sexual, se confronta a la división con respecto a sí mismo, a la no identidad con respecto a sí mismo. Y es por eso, es porque no hay identidad sexual, que hacen falta las identificaciones con el campo del Otro -se lo llame campo cultural, campo de la familia, campo de los otros, el vínculo social, etcétera. Pero es desde ahí que el sujeto tomará los rasgos para una identificación sexual o una identificación sexuada, tal como la llamamos en psicoanálisis.

La segunda cuestión a tener en cuenta como punto de partida es que la pulsión sexual -a diferencia del instinto, que sí tiene un objeto-, la pulsión sexual no tiene un objeto predeterminado. Y ahí debemos decir que la pulsión no tiene género. La pulsión no es masculina o femenina, no es homosexual ni heterosexual. La pulsión exige una satisfacción y el sujeto debe responder a eso de la mejor manera que pueda. Incluso cuando decimos a veces elección de objeto heterosexual u homosexual, no sabemos muy bien si es la elección la que es heterosexual u homosexual, o si es el objeto el que define la heterosexualidad como sexualidad de esa elección. Hay, por ejemplo, elecciones homosexuales tomando como objeto a alguien del otro sexo (Lacan estudio eso, por ejemplo, en el caso de Marcel Proust en su “En busca del tiempo perdido”). De modo que estas dos cuestiones fundamentales del psicoanálisis -no hay identidad sexual y no hay un objeto predeterminado para la pulsión- nos plantean ya una cuestión de principio que no da una respuesta inmediata a la cuestión del género. Será en un segundo momento, con las identificaciones sexuadas, que esto tomará cuerpo, por decirlo así.

Con respecto a eso podemos referirnos a un caso clásico de la clínica freudiana que sigue siendo interesante para estudiar la cuestión. Es la referencia al famoso “caso Juanito”, un niño de cinco años que desarrolla una fobia después de una explosión de angustia a raíz de dos acontecimientos. Uno es el nacimiento de su hermana. A partir de ese momento Juanito se encuentra no sólo desalojado de su posición fálica de hijo único con respecto al deseo de la madre, sino que se le plantea la cuestión de la diferencia de los sexos, la percepción de la diferencia de los sexos en el cuerpo de la hermanita. Pero ese momento tendrá su valor a partir de otro acontecimiento, que es al que Lacan le va a dar toda su importancia en su lectura del caso freudiano, y es la aparición de un fenómeno extraño en el propio cuerpo: una erección una erección de su pene. Una experiencia que rompe la unidad corporal, más o menos construida de forma imaginaria en su propia experiencia del cuerpo. Juanito no sabe dónde colocar esa erección que le hace presente un goce extraño en el cuerpo, y es ahí donde va a empezar a tener toda una serie de fenómenos de interés por lo que llamaba la “cosita de hacer pipí” -es decir, la cuestión fálica- y se desarrolla toda una dialéctica fálica sobre los que tienen y los que no tienen. Ahí empieza a elaborarse como una respuesta la cuestión de la diferencia entre los sexos -para afirmarla, para negarla etcétera- como respuesta a esa irrupción de un goce en el cuerpo que no puede localizar con la lógica fálica, precisamente.

Es en esa experiencia extraña de goce en el cuerpo donde debemos situar una forma de alteridad radical, una diferencia radical inscrita en el cuerpo a partir de la experiencia de goce. Entonces es ahí donde debemos introducir la idea de una diferencia absoluta, radical, en el cuerpo. El cuerpo se convierte en Otro. Es la primera diferencia que el sujeto experimenta, es su propio cuerpo en esa experiencia de goce como tal, sin un símbolo que pueda localizar ese goce en el cuerpo. La sexualidad es entonces la diferencia absoluta. Más que diferencia entre los sexos -que también- debemos hablar entonces de la introducción del goce sexual como la experiencia de una alteridad radical en el cuerpo. Y es ahí donde debemos situar las respuestas que el sujeto contemporáneo da, intenta dar, a esa presencia del goce en el cuerpo como alteridad radical.

Voy a referirme al testimonio de alguien que me ha parecido muy llamativo en el discurso trans: Mikel Misé, un activista y sociólogo dedicado realmente al estudio del movimiento trans. Él habla de una “nueva normativa trans” que daría un intento de respuesta a esta transición del sujeto con respecto al goce, y llega a decir que hay que intentar explicar, en todos los casos de trans, que el objetivo no es ya pasar de un sexo al otro, de pasar de un estado “a” un estado “b”, sino de encontrar su sitio en la línea que se abre entre los dos puntos. Es decir, no es tanto pasar de “a” a “b”, sino de en qué punto intermedio de los infinitos puntos que hay entre “a” y  “b” puedo encontrar mi lugar para responder a la cuestión del goce sexual. Es una observación que me parece muy lúcida: no hay de hecho transición de “a” a “b”. Es algo que Miquel Misé también afirmará. En realidad lo que se promete como cambio de sexo no es tal. No es tal porque finalmente lo que hay es el encuentro de un lugar entre “a” y “b” sin llegar nunca a ese punto infinitesimalmente inalcanzable del Otro sexo como tal. Y es una observación que va en el sentido de lo que Lacan elaboró con sus fórmulas de la sexuación y de las posiciones sexuadas. Es algo que habría que desarrollar, y que debemos desarrollar, donde lo femenino, la feminidad, no puede resolverse según lo que llamamos la lógica fálica -que funciona por 1/0, a/b, pasaje de un punto a otro punto-. Se abre ahí una infinidad de puntos intermedios que rompe el binarismo entre los géneros.

La pregunta por el Otro sexo es entonces un modo de abordar esa alteridad radical del goce sexual inscrito en el cuerpo mismo. La pregunta por la diferencia de los sexos -hombre/mujer , masculino/femenino, LGTBI... etcétera, etcétera- es ya un intento de responder a la diferencia radical de la sexualidad inscrita en el cuerpo hablante. Y es en esta dirección que se abre hoy una conversación del psicoanálisis con el sujeto de nuestro tiempo, especialmente con el discurso trans que intenta dar, inventar sus propias respuestas a esta cuestión. Y es a eso a lo que debemos ser dóciles en la clínica, como decía Jacques-Alian Miller, y a la vez críticos con los presupuestos que hay en estos discursos.

Es un discurso y una conversación para continuar.

 

(Transcripción y establecimiento: A. Sanabria)


miércoles, 19 de abril de 2023

Lacan, lo joven y lo tardío, por Ángel Sanabria

 



Los “recién llegados”

Cuando, en su libro Entre futuro y pasado, H. Arendt remite la “esencia de la educación” a la natalidad -“el hecho de que en el mundo hayan nacido seres humanos”-[1] no pone en juego un mero dato biológico o etario sino un acontecimiento: el de la irrupción de lo nuevo y de lo vivo en el mundo humano. Algo del orden de la ruptura, de la discontinuidad, y a la vez de su necesaria inscripción -el acto, o incluso del trabajo, de acogida en lo simbólico de los “recién llegados”-, una inscripción de la que depende el orden mismo de las generaciones. Vista así, la “natalidad” -la aparición concreta, en el mundo, de lo nuevo- es inseparable de la idea arendtiana de la acción humana como elemento renovador del mundo: “El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperar de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable”.[2] La “cultura” -viene a decirnos Arendt-, como orden de lo ya establecido y como acervo simbólico, es por naturaleza conservadora si las comparamos con la irrupción de los “recién llegados” niños y jóvenes.

 

Lo “joven”, lo “viejo” y la transferencia de trabajo

Miller ha hecho un llamado a ser “dócil a los jóvenes”, que luego declina en “dócil a lo joven”,  señalando así ciertos signos de inercia en las Escuelas de la AMP. Tomado literalmente, el llamado milleriano corre el riesgo de volverse “viejo” antes de nacer. Como reconoció el proopio Miller: “Tal como se desarrolló el Debate #LOSJOVENES, de manera totalmente imprevista e improvisada, el elemento personal, contingente, anecdótico, prevaleció, asfixiando argumentación, formulación de problemas, propuesta de soluciones. Así fue.”[3]

En ese sentido, el simple hecho de ser “joven” o de pertenecer a las “nuevas generaciones” obviamente no garantiza que como sujeto se esté en posición de ser un portador de “lo inesperado” o de lo “infinitamente improbable”. Lo “joven” no es lo mismo que “los jóvenes” ni es necesariamente “lo juvenil”. ¿Será acaso lo “jovial”? Al respecto, es muy pertinente la observación hecha por Zindy Valencia en un interesante y atinado post:

Me llamó la atención, en un principio, que [Miller] hable de edades cronológicas cuando, por lo contrario, en el psicoanálisis más bien hablamos de tiempos subjetivos. Por supuesto, los comentarios no se hicieron esperar con las correcciones respectivas hacia Miller: ‘la juventud no es una cuestión de edad’. Sin embargo, a mí me queda la pregunta de por qué Miller introduciría la edad, sino es para volver a centrar el debate en los jóvenes y no en lo jovial.[4]

En todo caso, hablar de “los jóvenes”, incluso tomándolo más allá de la simple edad, implica una referencia a cierto orden generacional en el sentido de Gasset,[5] es decir que conlleva un cierto elemento identificatorio, una cierta comunidad de referencias culturales y temporales.

En psicoanálisis tal vez convenga plantearse más bien el problema de lo que se transmite bajo transferencia y de lo que se renueva cada vez en las transferencias de trabajo. Algo de esto decía recientemente Monserrat Puig, en la presentación del libro La escucha con y sin interpretación:

El saber clínico debe poder transmitirse y debe poder atesorarse, pero no puede ser encerrado en los expertos, no se puede convertir en la dictadura de los más viejos. [...] Este 'dócil a los jóvenes' lo leo así: dócil a la práctica efectiva que se practica. Que los que estamos confrontados con la práctica no olvidemos que hay algo de lo joven allí, en el sentido de lo nuevo allí, de lo que no sabemos.”[6]

Sin duda, como destacaba Miller refiriéndose a la enseñanza de Lacan, “no está mal reconocer el mérito de los jóvenes psicoanalistas en formación, de hace cincuenta años, que hicieron de Lacan su enseñante.”[7] Pero también es cierto que en ese tiempo, al inicio de su enseñanza,  el propio Lacan ya no era un joven.

 

Lacan, tardío

T.t.y.e.m.u.p.t. (Tu t’y es mis un peu tard): “Te has puesto a la obra un poco tarde”, escribe Lacan al final de “La instancia de la letra…”, en 1957. Con tan solo 56 años está lejos de ser un anciano y, sin embargo, siente ya que el tiempo apremia; tiene por delante un cuarto de siglo de lo que será su enseñanza y, aun así, comienza ya bajo el signo de lo “tardío”. Y es que hay algo de un cierto estilo tardío que atraviesa toda su enseñanza, impulsándolo una y otra vez a reiniciar, a renovarse y reinventarse constantemente hasta el final.

¿Y qué es el estilo tardío? Es la idea, desarrollada por Edward Said (siguiendo a T. Adorno) del estilo peculiar de las obras tardías de algunos grandes creadores -como Beethoven, Verdi, R. Strauss, T. Mann, entre muchos otros- caracterizado por un “exilio” respecto a lo normal y conocido, un estilo que desafía los cánones establecidos e incluso las propias formas alcanzadas previamente por el creador. Este estilo tardío, en lugar de representar la armonía y resolución o el remate definitivo de la obra de una vida, implica más bien anacronismo, contradicción no resuelta, anomalía, y en definitiva, una mayor complejidad y desasosiego, que convierte al autor en un “exiliado dentro de su propia obra”, en un “irreconciliado”.[8]

No tiene que ver con la edad -se puede ser tardío en plena juventud, como Mozart en Cosí fan tutte. No se trata de la vejez sino de la “proximidad de la muerte”, como dice Said, pero no de la muerte que se lleva la vida, sino de la muerte que la vida lleva, esa que nos lleva a jugarnos la vida por la vida misma. Como dijo Carmen Táboas: “No podemos negar que lo que hacemos los seres hablantes lleva la estela del tiempo; no lo digo en términos de años. El deseo orientado hace vivir mucho en poco tiempo.”[9]

Algunos psicoanalistas como Germán García[10] y Juan Fernando Pérez[11] han utilizado la idea de Said para leer el estilo del ultimísimo Lacan. “Su estilo -nos dice Juan Fernando- se vuelve abstruso, difícil pues se teje con alusiones enigmáticas, neologismos ariscos, usos originales de términos corrientes, nuevos conceptos, referencias sutiles.”[12]

Pero si esta ultimísima enseñanza es un “Lacan contra Lacan”[13] llevado hasta sus últimas consecuencias, no se nos escapa que toda la enseñanza de Lacan lleva de algún modo, en la temporalidad de cada uno sus escritos, en los desplazamientos de un seminario a otro -e incluso entre el inicio y el final de un mismo seminario-, la marca de un cierto “exilio”, de un desfasaje de la transmisión respecto al punto al que ha llegado en la experiencia y que apenas alcanza en sus cogitaciones. Y este rasgo tardío del un peu tard, ¿no es acaso lo que, paradójicamente, hace de su enseñanza algo siempre joven?


(Publicado originalmente como Lo joven y lo tardío”, en: Glifos - Revista Virtual de la NEL Ciudad de México, N° 19, octubre 2022, pp. 67-69. Disponible en: https://www.nelmexico.org/wp-content/uploads/2022/10/glifos-19_1.pdf  )



[1] Arendt, Entre futuro y pasado. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, Editorial Península, Barcelona, 1996, p. 186

[2] Ibíd., p. 183.

[3] Tweett de J.-A Miller publicado el 12 de mayo de 2022, disponible en: https://twitter.com/jamplus/status/1392381153227706371

[4] Valencia, Z., “Dócil a los jóvenes". Entrada en el blog de la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa, disponible en: https://aplarequipa.wordpress.com/2022/05/31/docil-a-los-jovenes/

[5] Ortega y Gasset, J., “La idea de las generaciones”, en: El tema de nuestro tiempo-La rebelión de las masas, México, Porrúa, 1992.

[6] "La escucha con y sin interpretación", Presentación del libro de Jacques Alain Miller. Video en ELPTV, Canal de TV de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=b7BdXOXfOes

[7] Miller, J.A., “Lacan enseña”, Revista Consecuencias, N°1, abril de 2008. Disponible en: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/001/template.php?file=arts/alcances/miller.html

[8] Soriano, J., “Edward W. Said: Sobre el estilo tardío. Música y literatura a contracorriente”.  Disponible en: https://www.elimparcial.es/noticia/47992/los-lunes-de-el-imparcial/edward-w.-said:-sobre-el-estilo-tardio.-musica-y-literatura-a-contracorriente.html

[9] Táboas, C., “Germán García, un hombre de apetito”. Publicado en elSigma, sitio web de Psicoanálisis, Salud y Cultura. Disponible en: https://www.elsigma.com/historia-viva/german-garcia-un-hombre-de-apetito/13541

[10] García, G., “Jacques Lacan y el estilo tardío”. Revista Lacaniana de Psicoanálisis, Nº11, octubre de 2011, pp. 91-99.

[11] Pérez, J.F., “El estilo tardío de Lacan, un escabel invertido”. Lacan cotidiano, N° 542. Disponible en: http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-542.pdf

[12] Ídem.

[13] Frase de Miller citada por Germán García. Op. cit., p. 92.


lunes, 10 de abril de 2023

La polifonía de la palabra -al margen, por Ángel Sanabria

Salvador Dali, Una guitarra, 1973


Según Lacan, Joyce hizo un ego con su síntoma –la “imposición de las palabras”- en una operación de escritura de la que no se sabe si se trataba de librarse del parasitismo de las palabras o, al contrario, de dejarse invadir por su puro fonematismo, por la polifonía de la palabra, como dice Lacan. ¿De qué se trata aquí sino de la música de las palabras?

* * *

Los especialistas reconocieron pronto las bases musicales de la escritura de Joyce, su belleza rítmica y melódica. A Joyce hay que leerlo en voz alta. El crítico canadiense Patrick Watson encuentra aquí el “secreto”, sino de su inteligibilidad, al menos de su legibilidad: “Incluso si articulas las palabras en silencio, de repente lo que parecía incomprensible salta al sentido referencial, por su sonido, ya que página tras página surgen alusiones a frases familiares, parábolas, dichos de todo tipo”.

Pero la música no sólo está en su técnica de escritura: toda su obra está plagada de referencias musicales –que han dado pié ya a dos compilaciones editadas por Sunphone Records. El propio Joyce era músico aficionado y compuso una canción para Finnegans Wake: "The Ballad of Persse O'Reilly" (http://www.james-joyce-music.com).

* * *

El gran descifrador que era Freud, retrocedía ante la opacidad de la música. En el “Moisés…” reconocía que su “disposición racionalista” le impedía dejarse conmover por una obra de arte sin saber qué y por qué lo conmovía. Siempre intentaba aprehender “a su modo”, o sea, reduciendo a conceptos, el influjo que una obra ejercía sobre él, atrapar con palabras aquello que lo cautivaba. Y es aquí donde encalla Freud: la música es imposible de parafrasear, lo que ella expresa no se puede traducir en conceptos (Marulanda, V. , La razón melódica: filosofía, música y lenguaje). En la música no es posible asociar sonido y sentido. Significante y significado, forma y contenido son en ella indistinguibles. Su sentido es pura inmanencia, puro efecto de goce.

Lacan, entre lo poco que dijo al respecto, comentó al pasar: “Alguna vez –no sé si tendré tiempo- habría que hablar de la música, al margen” (Seminario 20, Aún). Esa escueta referencia nos da, sin embargo, una clave: tratándose del habla, la música es lo que está al margen, lo que se encuentra sólo al sesgo. 

* * *

Si la música es “un ruido al que se la ha dado forma según un código” (Attali, J., Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música), la música sería un modo de extraer, de ese ruido de fondo que es lalengua, una cierta forma expresiva. Cuando sentimos que la música nos  “dice algo”, nos “habla de algo”, tal vez sea porque hace ex-sistir –en forma efímera, sólo mientras suena y siempre al margen– el enigma de una presencia Otra. No tanto el enigma de lo que querría decir, como el de lo que nos hace sentir (Freud).


domingo, 26 de septiembre de 2021

Privacidad y “Exintimidad”. Por Ángel Sanabria

 Imagen: 150304124022_ojocodigo_624x351_getty


Privacidad e intimidad

El término “privacidad” es un anglicismo formado a partir de privacy, vocablo estrechamente ligado a la positivización de los derechos naturales durante el siglo XIX. La privacidad es pues, ante todo, cuestión de derecho: the rigth to privacy.[1]

A pesar de ser frecuentemente usados en forma intercambiable, “privacidad” e “intimidad” no son sinónimos. “Privado” remite a lo que se desea mantener lejos de la intromisión pública, a lo particular y a la propiedad; mientras que “íntimo” se refiere a la interioridad de la persona, su alma pero también su corporalidad. La asimilación de ambos términos en expresiones como “derecho a la intimidad” y “derecho a la privacidad”,  refleja la alteración sufrida por la intimidad misma con la progresiva difuminación de lo público y lo privado.

 

La metamorfosis de la intimidad

Esta metamorfosis supone un doble desplazamiento de la intimidad: desde la esfera de la soledad al ámbito colectivo, y desde el estatuto de la personalidad a la órbita de lo patrimonial.[2] En el primer caso, se trata de un problema de simple operatividad en la elaboración jurídica de la privacidad, que lleva a abandonar la noción de intimidad como “fuero interno”, para ocuparse de sus proyecciones en el “fuero externo” de la vida privada y el ámbito público.

En cuanto al desplazamiento desde los derechos de la personalidad a los patrimoniales, se trata de los cambios en la sociedad de la información y del consumo. La intimidad ha pasado a ser un bien contable sujeto a las leyes de la oferta y la demanda. Como destaca Pérez L., “en esa situación, la intimidad de cada uno vale lo que los demás, en particular los medios de comunicación, están dispuestos a pagar por publicitarla”. Con ello la privacidad pierde los rasgos propios de los derechos de la personalidad –inviolables, irrenunciables e inalienables–, y se convierte en potencial objeto de “transgresiones consentidas, renuncias y cesiones a cambio de las consiguientes prestaciones económicas”. [3] El carácter de derecho de la personalidad sólo se conservará en el caso de los menores –v.g., para protegerlos de la explotación de la imagen. Este nuevo estatus de la privacidad se legitima a partir de una noción de “interés público” reducida al “interés informativo”: cuántos están dispuestos a pagar por acceder a cierta información.

 

Extimidad y “exintimidad”

A contracorriente de esta metamorfosis, el psicoanálisis se orienta hacia lo más interior de nuestra intimidad –que paradójicamente es también lo más exterior. Lacan acuño el neologismo extimidad[4] para referirse a esa Inneren Ausland (tierra extranjera interior) a la que Freud refería al síntoma,[5] y J-A Miller dedicó un seminario entero a su elucidación.[6]

Es todo un síntoma de la banalización[7] del sujeto actual que el término extimidad haya sido adoptado en las redes sociales para designar la exhibición pública de la intimidad. Pero mientras que la extimidad lacaniana remite a la inclusión paradójica de lo real en lo simbólico, en esta “extimidad” mediatica, que podemos más bien denominar “exintimidad” (exhibición de una intimidad que ya no es tal), se trata de una proliferación de lo imaginario en lo simbólico, como secuela del ideal de transparencia introducido por la ciencia. “En el fondo, esa es la ambición científica: carecer de extimidad”.[8]

La “exintimidad” es propia de una sociedad que pretende sustituir el enigma de la mirada por la visión sin pérdida del ojo electrónico, y suprimir el “fuera de campo” que estructura al sujeto.[9]  Pero la opacidad que así se pretende liquidar, retorna en lo real del cuerpo como goce exhibicionista y voyeurista o como empuje a la caída de la escena fantasmática, en un desconocimiento cada vez mayor del propio goce singular.[10]

 

El porvenir de la privacidad

Si el sujeto actual es llevado cada vez más a construir su historia, su vida y su persona misma en el entramado público de la web, ¿cuál puede ser el porvenir de la privacidad?

El psicoanálisis, que precisa para operar de esa privacidad hoy puesta en entredicho, puede en retorno aportar un factor de resistencia frente al Ojo absoluto[11] que nos cerca.

 

 

(Publicado originalmente como: "Privacidad". En: AA VV, Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI. Volumen del X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Grama editores, Buenos Aires, 2015)

 



[1] Título del artículo pionero de Warren y Brandeis, publicado en 1890. Existe versión digital en: http://www.jstor.org/stable/10.2307/1321160

[2] Pérez Luño, A. “La metamorfosis de la intimidad”.  Derechos Humanos en Internet, Julio 2012. Disponible en: http://www.derechoshumanoseninternet.org/la-metamorfosis-de-la-intimidad/

 [3] Ibíd.

[4] Lacan, J. El Seminario, libro VII. La Ética del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós.

[5] Freud, S., “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”. Conferencia 31. Obras completas, t. XXII, Buenos Aires: Amorrortu, 2006.

[6] Miller, J.-A. Extimidad, Buenos Aires, Paidós, 2010.

[7] Cfr. la referencia de Miller al estilo de las relaciones sexuales de las nuevas generaciones: “desencanto, brutalización, banalización”. Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”. Presentación del tema del X Congreso de la AMP en Río de Janeiro, 2016. Disponible en: http://wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1

[8] Ibíd., pág. 21.

[9] Lacan, Seminario, libro XII. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós.

[10] M. Bassols: “Sociedad de la transparencia, opacidad de la intimidad”. Disponible en: http://miquelbassols.blogspot.com/2014/08/sociedad-de-la-transparencia-opacidad.html

[11] Wajman, G. El ojo absoluto. Buenos Aires, Manantial, 2011


Sexualidad y diferencia de género. Por Miquel Bassols

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