“Sexualidad y diferencia de género”. Miquel Bassols en ELP TV
https://www.youtube.com/watch?v=Q2Y3h8_pckM
-26 may 2022-
No hay duda de que estamos ante un cambio de paradigma en el sujeto de nuestro tiempo con respecto a la sexualidad, a las llamadas identidades de género o identidades sexuales. Cambio de paradigma del que dan cuenta el discurso trans y el discurso LGTBI+. El binarismo masculino/femenino parecería esfumarse para poner en cuestión la condición misma de la diferencia entre los sexos. Y sin embargo hay algo de la diferencia radical introducida por la sexualidad en el cuerpo que no se deja atrapar por esta multiplicación de la diferencia entre géneros. Para el psicoanálisis la pregunta es de qué diferencia se trata cuando hablamos de la diferencia de géneros o diferencia de sexos.
Con respecto a esto ahora hay un debate clínico,
científico y político que está dividiendo a la derecha, a la izquierda, y a comunidades
y discursos diversos. También los propios feminismos están divididos con
respecto a esta cuestión, a cómo ordenar incluso jurídicamente esta cuestión, y
en el propio discurso trans hay posiciones distintas que hay que conocer,
estudiar y recibir de la buena manera. Por otra parte hay un hecho clínico y es
que cada vez encontramos más sujetos, especialmente muchachos y muchachas
adolescentes, que se presentan -a veces como si fuera un diagnóstico- con la
afirmación de una identidad de género o con la pregunta sobre su identidad sexual.
Llama la atención el aumento espectacular en los últimos años de hombres trans,
de chicos trans, cuando por otra parte hay una crítica cada vez más fuerte, más
asumida socialmente, al machismo -al menos en ciertos registros sociales- a la
vez que hay un recrudecimiento del machismo mismo. Los muchachos adolescentes, especialmente,
no saben muy bien cómo situarse con la masculinidad y es por eso que también se
habla hoy de las “nuevas masculinidades”. También por otra parte, y eso se señala
en algunos lugares del discurso trans, hay una suerte de nueva norma,
normalidad o normatividad trans, por decirlo así, como una forma de
identificación para responder a la pregunta sobre la identidad sexual.
Digamos que
el psicoanálisis parte de dos cuestiones fundamentales. La primera podemos
enunciarla así: no hay identidad sexual, no hay un “ser hombre” o “ser mujer”,
una esencia hombre o mujer que pueda definirse de entrada. De hecho, nunca hay
un sujeto idéntico a sí mismo, pero con respecto a la sexualidad eso se hace
todavía más claro. Cuando el sujeto se confronta a lo sexual, se confronta a la
división con respecto a sí mismo, a la no identidad con respecto a sí mismo. Y
es por eso, es porque no hay identidad sexual, que hacen falta las
identificaciones con el campo del Otro -se lo llame campo cultural, campo de la
familia, campo de los otros, el vínculo social, etcétera. Pero es desde ahí que
el sujeto tomará los rasgos para una identificación sexual o una identificación
sexuada, tal como la llamamos en
psicoanálisis.
La segunda cuestión a tener en cuenta
como punto de partida es que la pulsión sexual -a diferencia del instinto, que
sí tiene un objeto-, la pulsión sexual no tiene un objeto predeterminado. Y ahí
debemos decir que la pulsión no tiene género. La pulsión no es masculina o femenina,
no es homosexual ni heterosexual. La pulsión exige una satisfacción y el sujeto
debe responder a eso de la mejor manera que pueda. Incluso cuando decimos a
veces elección de objeto heterosexual u homosexual, no sabemos muy bien si es
la elección la que es heterosexual u homosexual, o si es el objeto el que
define la heterosexualidad como sexualidad de esa elección. Hay, por ejemplo,
elecciones homosexuales tomando como objeto a alguien del otro sexo (Lacan
estudio eso, por ejemplo, en el caso de Marcel Proust en su “En busca del
tiempo perdido”). De modo que estas dos cuestiones fundamentales del
psicoanálisis -no hay identidad sexual y no hay un objeto predeterminado para
la pulsión- nos plantean ya una cuestión de principio que no da una respuesta
inmediata a la cuestión del género. Será en un segundo momento, con las
identificaciones sexuadas, que esto tomará cuerpo, por decirlo así.
Con respecto a eso podemos
referirnos a un caso clásico de la clínica freudiana que sigue siendo interesante
para estudiar la cuestión. Es la referencia al famoso “caso Juanito”, un niño
de cinco años que desarrolla una fobia después de una explosión de angustia a
raíz de dos acontecimientos. Uno es el nacimiento de su hermana. A partir de
ese momento Juanito se encuentra no sólo desalojado de su posición fálica de
hijo único con respecto al deseo de la madre, sino que se le plantea la
cuestión de la diferencia de los sexos, la percepción de la diferencia de los
sexos en el cuerpo de la hermanita. Pero ese momento tendrá su valor a partir
de otro acontecimiento, que es al que Lacan le va a dar toda su importancia en
su lectura del caso freudiano, y es la aparición de un fenómeno extraño en el propio
cuerpo: una erección una erección de su pene. Una experiencia que rompe la
unidad corporal, más o menos construida de forma imaginaria en su propia
experiencia del cuerpo. Juanito no sabe dónde colocar esa erección que le hace
presente un goce extraño en el cuerpo, y es ahí donde va a empezar a tener toda
una serie de fenómenos de interés por lo que llamaba la “cosita de hacer pipí”
-es decir, la cuestión fálica- y se desarrolla toda una dialéctica fálica sobre
los que tienen y los que no tienen. Ahí empieza a elaborarse como una respuesta
la cuestión de la diferencia entre los sexos -para afirmarla, para negarla
etcétera- como respuesta a esa irrupción de un goce en el cuerpo que no puede
localizar con la lógica fálica, precisamente.
Es en esa experiencia extraña de
goce en el cuerpo donde debemos situar una forma de alteridad radical, una
diferencia radical inscrita en el cuerpo a partir de la experiencia de goce. Entonces
es ahí donde debemos introducir la idea de una diferencia absoluta, radical, en el cuerpo. El cuerpo se convierte
en Otro. Es la primera diferencia que el sujeto experimenta, es su propio
cuerpo en esa experiencia de goce como tal, sin un símbolo que pueda localizar
ese goce en el cuerpo. La sexualidad es entonces la diferencia absoluta. Más que diferencia entre los sexos -que
también- debemos hablar entonces de la introducción del goce sexual como la experiencia de una alteridad radical en
el cuerpo. Y es ahí donde debemos situar las respuestas que el sujeto contemporáneo
da, intenta dar, a esa presencia del goce en el cuerpo como alteridad radical.
Voy a referirme al testimonio de alguien
que me ha parecido muy llamativo en el discurso trans: Mikel Misé, un activista
y sociólogo dedicado realmente al estudio del movimiento trans. Él habla de una
“nueva normativa trans” que daría un intento de respuesta a esta transición del
sujeto con respecto al goce, y llega a decir que hay que intentar explicar, en
todos los casos de trans, que el objetivo no es ya pasar de un sexo al
otro, de pasar de un estado “a” un estado “b”, sino de encontrar su sitio en la
línea que se abre entre los dos puntos. Es decir, no es tanto pasar de “a” a
“b”, sino de en qué punto intermedio de los infinitos puntos que hay entre “a”
y “b” puedo encontrar mi lugar para
responder a la cuestión del goce sexual. Es una observación que me parece muy lúcida:
no hay de hecho transición de “a” a “b”. Es algo que Miquel Misé también
afirmará. En realidad lo que se promete como cambio de sexo no es tal. No es
tal porque finalmente lo que hay es el encuentro de un lugar entre “a” y “b” sin
llegar nunca a ese punto infinitesimalmente inalcanzable del Otro sexo como tal.
Y es una observación que va en el sentido de lo que Lacan elaboró con sus fórmulas
de la sexuación y de las posiciones sexuadas. Es algo que habría que
desarrollar, y que debemos desarrollar, donde lo femenino, la feminidad, no
puede resolverse según lo que llamamos la lógica fálica -que funciona por 1/0, a/b,
pasaje de un punto a otro punto-. Se abre ahí una infinidad de puntos
intermedios que rompe el binarismo entre los géneros.
La pregunta por el Otro sexo es
entonces un modo de abordar esa alteridad radical del goce sexual inscrito en
el cuerpo mismo. La pregunta por la diferencia de los sexos -hombre/mujer , masculino/femenino,
LGTBI... etcétera, etcétera- es ya un intento de responder a la diferencia
radical de la sexualidad inscrita en el cuerpo hablante. Y es en esta dirección
que se abre hoy una conversación del psicoanálisis con el sujeto de nuestro
tiempo, especialmente con el discurso trans que intenta dar, inventar sus
propias respuestas a esta cuestión. Y es a eso a lo que debemos ser dóciles en
la clínica, como decía Jacques-Alian Miller, y a la vez críticos con los
presupuestos que hay en estos discursos.
Es un discurso y una conversación
para continuar.
(Transcripción y establecimiento: A. Sanabria)