lunes, 10 de abril de 2023

La polifonía de la palabra -al margen, por Ángel Sanabria

Salvador Dali, Una guitarra, 1973


Según Lacan, Joyce hizo un ego con su síntoma –la “imposición de las palabras”- en una operación de escritura de la que no se sabe si se trataba de librarse del parasitismo de las palabras o, al contrario, de dejarse invadir por su puro fonematismo, por la polifonía de la palabra, como dice Lacan. ¿De qué se trata aquí sino de la música de las palabras?

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Los especialistas reconocieron pronto las bases musicales de la escritura de Joyce, su belleza rítmica y melódica. A Joyce hay que leerlo en voz alta. El crítico canadiense Patrick Watson encuentra aquí el “secreto”, sino de su inteligibilidad, al menos de su legibilidad: “Incluso si articulas las palabras en silencio, de repente lo que parecía incomprensible salta al sentido referencial, por su sonido, ya que página tras página surgen alusiones a frases familiares, parábolas, dichos de todo tipo”.

Pero la música no sólo está en su técnica de escritura: toda su obra está plagada de referencias musicales –que han dado pié ya a dos compilaciones editadas por Sunphone Records. El propio Joyce era músico aficionado y compuso una canción para Finnegans Wake: "The Ballad of Persse O'Reilly" (http://www.james-joyce-music.com).

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El gran descifrador que era Freud, retrocedía ante la opacidad de la música. En el “Moisés…” reconocía que su “disposición racionalista” le impedía dejarse conmover por una obra de arte sin saber qué y por qué lo conmovía. Siempre intentaba aprehender “a su modo”, o sea, reduciendo a conceptos, el influjo que una obra ejercía sobre él, atrapar con palabras aquello que lo cautivaba. Y es aquí donde encalla Freud: la música es imposible de parafrasear, lo que ella expresa no se puede traducir en conceptos (Marulanda, V. , La razón melódica: filosofía, música y lenguaje). En la música no es posible asociar sonido y sentido. Significante y significado, forma y contenido son en ella indistinguibles. Su sentido es pura inmanencia, puro efecto de goce.

Lacan, entre lo poco que dijo al respecto, comentó al pasar: “Alguna vez –no sé si tendré tiempo- habría que hablar de la música, al margen” (Seminario 20, Aún). Esa escueta referencia nos da, sin embargo, una clave: tratándose del habla, la música es lo que está al margen, lo que se encuentra sólo al sesgo. 

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Si la música es “un ruido al que se la ha dado forma según un código” (Attali, J., Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música), la música sería un modo de extraer, de ese ruido de fondo que es lalengua, una cierta forma expresiva. Cuando sentimos que la música nos  “dice algo”, nos “habla de algo”, tal vez sea porque hace ex-sistir –en forma efímera, sólo mientras suena y siempre al margen– el enigma de una presencia Otra. No tanto el enigma de lo que querría decir, como el de lo que nos hace sentir (Freud).


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