miércoles, 19 de abril de 2023

Lacan, lo joven y lo tardío, por Ángel Sanabria

 



Los “recién llegados”

Cuando, en su libro Entre futuro y pasado, H. Arendt remite la “esencia de la educación” a la natalidad -“el hecho de que en el mundo hayan nacido seres humanos”-[1] no pone en juego un mero dato biológico o etario sino un acontecimiento: el de la irrupción de lo nuevo y de lo vivo en el mundo humano. Algo del orden de la ruptura, de la discontinuidad, y a la vez de su necesaria inscripción -el acto, o incluso del trabajo, de acogida en lo simbólico de los “recién llegados”-, una inscripción de la que depende el orden mismo de las generaciones. Vista así, la “natalidad” -la aparición concreta, en el mundo, de lo nuevo- es inseparable de la idea arendtiana de la acción humana como elemento renovador del mundo: “El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperar de él lo inesperado, que es capaz de realizar lo que es infinitamente improbable”.[2] La “cultura” -viene a decirnos Arendt-, como orden de lo ya establecido y como acervo simbólico, es por naturaleza conservadora si las comparamos con la irrupción de los “recién llegados” niños y jóvenes.

 

Lo “joven”, lo “viejo” y la transferencia de trabajo

Miller ha hecho un llamado a ser “dócil a los jóvenes”, que luego declina en “dócil a lo joven”,  señalando así ciertos signos de inercia en las Escuelas de la AMP. Tomado literalmente, el llamado milleriano corre el riesgo de volverse “viejo” antes de nacer. Como reconoció el proopio Miller: “Tal como se desarrolló el Debate #LOSJOVENES, de manera totalmente imprevista e improvisada, el elemento personal, contingente, anecdótico, prevaleció, asfixiando argumentación, formulación de problemas, propuesta de soluciones. Así fue.”[3]

En ese sentido, el simple hecho de ser “joven” o de pertenecer a las “nuevas generaciones” obviamente no garantiza que como sujeto se esté en posición de ser un portador de “lo inesperado” o de lo “infinitamente improbable”. Lo “joven” no es lo mismo que “los jóvenes” ni es necesariamente “lo juvenil”. ¿Será acaso lo “jovial”? Al respecto, es muy pertinente la observación hecha por Zindy Valencia en un interesante y atinado post:

Me llamó la atención, en un principio, que [Miller] hable de edades cronológicas cuando, por lo contrario, en el psicoanálisis más bien hablamos de tiempos subjetivos. Por supuesto, los comentarios no se hicieron esperar con las correcciones respectivas hacia Miller: ‘la juventud no es una cuestión de edad’. Sin embargo, a mí me queda la pregunta de por qué Miller introduciría la edad, sino es para volver a centrar el debate en los jóvenes y no en lo jovial.[4]

En todo caso, hablar de “los jóvenes”, incluso tomándolo más allá de la simple edad, implica una referencia a cierto orden generacional en el sentido de Gasset,[5] es decir que conlleva un cierto elemento identificatorio, una cierta comunidad de referencias culturales y temporales.

En psicoanálisis tal vez convenga plantearse más bien el problema de lo que se transmite bajo transferencia y de lo que se renueva cada vez en las transferencias de trabajo. Algo de esto decía recientemente Monserrat Puig, en la presentación del libro La escucha con y sin interpretación:

El saber clínico debe poder transmitirse y debe poder atesorarse, pero no puede ser encerrado en los expertos, no se puede convertir en la dictadura de los más viejos. [...] Este 'dócil a los jóvenes' lo leo así: dócil a la práctica efectiva que se practica. Que los que estamos confrontados con la práctica no olvidemos que hay algo de lo joven allí, en el sentido de lo nuevo allí, de lo que no sabemos.”[6]

Sin duda, como destacaba Miller refiriéndose a la enseñanza de Lacan, “no está mal reconocer el mérito de los jóvenes psicoanalistas en formación, de hace cincuenta años, que hicieron de Lacan su enseñante.”[7] Pero también es cierto que en ese tiempo, al inicio de su enseñanza,  el propio Lacan ya no era un joven.

 

Lacan, tardío

T.t.y.e.m.u.p.t. (Tu t’y es mis un peu tard): “Te has puesto a la obra un poco tarde”, escribe Lacan al final de “La instancia de la letra…”, en 1957. Con tan solo 56 años está lejos de ser un anciano y, sin embargo, siente ya que el tiempo apremia; tiene por delante un cuarto de siglo de lo que será su enseñanza y, aun así, comienza ya bajo el signo de lo “tardío”. Y es que hay algo de un cierto estilo tardío que atraviesa toda su enseñanza, impulsándolo una y otra vez a reiniciar, a renovarse y reinventarse constantemente hasta el final.

¿Y qué es el estilo tardío? Es la idea, desarrollada por Edward Said (siguiendo a T. Adorno) del estilo peculiar de las obras tardías de algunos grandes creadores -como Beethoven, Verdi, R. Strauss, T. Mann, entre muchos otros- caracterizado por un “exilio” respecto a lo normal y conocido, un estilo que desafía los cánones establecidos e incluso las propias formas alcanzadas previamente por el creador. Este estilo tardío, en lugar de representar la armonía y resolución o el remate definitivo de la obra de una vida, implica más bien anacronismo, contradicción no resuelta, anomalía, y en definitiva, una mayor complejidad y desasosiego, que convierte al autor en un “exiliado dentro de su propia obra”, en un “irreconciliado”.[8]

No tiene que ver con la edad -se puede ser tardío en plena juventud, como Mozart en Cosí fan tutte. No se trata de la vejez sino de la “proximidad de la muerte”, como dice Said, pero no de la muerte que se lleva la vida, sino de la muerte que la vida lleva, esa que nos lleva a jugarnos la vida por la vida misma. Como dijo Carmen Táboas: “No podemos negar que lo que hacemos los seres hablantes lleva la estela del tiempo; no lo digo en términos de años. El deseo orientado hace vivir mucho en poco tiempo.”[9]

Algunos psicoanalistas como Germán García[10] y Juan Fernando Pérez[11] han utilizado la idea de Said para leer el estilo del ultimísimo Lacan. “Su estilo -nos dice Juan Fernando- se vuelve abstruso, difícil pues se teje con alusiones enigmáticas, neologismos ariscos, usos originales de términos corrientes, nuevos conceptos, referencias sutiles.”[12]

Pero si esta ultimísima enseñanza es un “Lacan contra Lacan”[13] llevado hasta sus últimas consecuencias, no se nos escapa que toda la enseñanza de Lacan lleva de algún modo, en la temporalidad de cada uno sus escritos, en los desplazamientos de un seminario a otro -e incluso entre el inicio y el final de un mismo seminario-, la marca de un cierto “exilio”, de un desfasaje de la transmisión respecto al punto al que ha llegado en la experiencia y que apenas alcanza en sus cogitaciones. Y este rasgo tardío del un peu tard, ¿no es acaso lo que, paradójicamente, hace de su enseñanza algo siempre joven?


(Publicado originalmente como Lo joven y lo tardío”, en: Glifos - Revista Virtual de la NEL Ciudad de México, N° 19, octubre 2022, pp. 67-69. Disponible en: https://www.nelmexico.org/wp-content/uploads/2022/10/glifos-19_1.pdf  )



[1] Arendt, Entre futuro y pasado. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, Editorial Península, Barcelona, 1996, p. 186

[2] Ibíd., p. 183.

[3] Tweett de J.-A Miller publicado el 12 de mayo de 2022, disponible en: https://twitter.com/jamplus/status/1392381153227706371

[4] Valencia, Z., “Dócil a los jóvenes". Entrada en el blog de la Asociación de Psicoanálisis Lacaniano de Arequipa, disponible en: https://aplarequipa.wordpress.com/2022/05/31/docil-a-los-jovenes/

[5] Ortega y Gasset, J., “La idea de las generaciones”, en: El tema de nuestro tiempo-La rebelión de las masas, México, Porrúa, 1992.

[6] "La escucha con y sin interpretación", Presentación del libro de Jacques Alain Miller. Video en ELPTV, Canal de TV de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=b7BdXOXfOes

[7] Miller, J.A., “Lacan enseña”, Revista Consecuencias, N°1, abril de 2008. Disponible en: http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/001/template.php?file=arts/alcances/miller.html

[8] Soriano, J., “Edward W. Said: Sobre el estilo tardío. Música y literatura a contracorriente”.  Disponible en: https://www.elimparcial.es/noticia/47992/los-lunes-de-el-imparcial/edward-w.-said:-sobre-el-estilo-tardio.-musica-y-literatura-a-contracorriente.html

[9] Táboas, C., “Germán García, un hombre de apetito”. Publicado en elSigma, sitio web de Psicoanálisis, Salud y Cultura. Disponible en: https://www.elsigma.com/historia-viva/german-garcia-un-hombre-de-apetito/13541

[10] García, G., “Jacques Lacan y el estilo tardío”. Revista Lacaniana de Psicoanálisis, Nº11, octubre de 2011, pp. 91-99.

[11] Pérez, J.F., “El estilo tardío de Lacan, un escabel invertido”. Lacan cotidiano, N° 542. Disponible en: http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-542.pdf

[12] Ídem.

[13] Frase de Miller citada por Germán García. Op. cit., p. 92.


lunes, 10 de abril de 2023

La polifonía de la palabra -al margen, por Ángel Sanabria

Salvador Dali, Una guitarra, 1973


Según Lacan, Joyce hizo un ego con su síntoma –la “imposición de las palabras”- en una operación de escritura de la que no se sabe si se trataba de librarse del parasitismo de las palabras o, al contrario, de dejarse invadir por su puro fonematismo, por la polifonía de la palabra, como dice Lacan. ¿De qué se trata aquí sino de la música de las palabras?

* * *

Los especialistas reconocieron pronto las bases musicales de la escritura de Joyce, su belleza rítmica y melódica. A Joyce hay que leerlo en voz alta. El crítico canadiense Patrick Watson encuentra aquí el “secreto”, sino de su inteligibilidad, al menos de su legibilidad: “Incluso si articulas las palabras en silencio, de repente lo que parecía incomprensible salta al sentido referencial, por su sonido, ya que página tras página surgen alusiones a frases familiares, parábolas, dichos de todo tipo”.

Pero la música no sólo está en su técnica de escritura: toda su obra está plagada de referencias musicales –que han dado pié ya a dos compilaciones editadas por Sunphone Records. El propio Joyce era músico aficionado y compuso una canción para Finnegans Wake: "The Ballad of Persse O'Reilly" (http://www.james-joyce-music.com).

* * *

El gran descifrador que era Freud, retrocedía ante la opacidad de la música. En el “Moisés…” reconocía que su “disposición racionalista” le impedía dejarse conmover por una obra de arte sin saber qué y por qué lo conmovía. Siempre intentaba aprehender “a su modo”, o sea, reduciendo a conceptos, el influjo que una obra ejercía sobre él, atrapar con palabras aquello que lo cautivaba. Y es aquí donde encalla Freud: la música es imposible de parafrasear, lo que ella expresa no se puede traducir en conceptos (Marulanda, V. , La razón melódica: filosofía, música y lenguaje). En la música no es posible asociar sonido y sentido. Significante y significado, forma y contenido son en ella indistinguibles. Su sentido es pura inmanencia, puro efecto de goce.

Lacan, entre lo poco que dijo al respecto, comentó al pasar: “Alguna vez –no sé si tendré tiempo- habría que hablar de la música, al margen” (Seminario 20, Aún). Esa escueta referencia nos da, sin embargo, una clave: tratándose del habla, la música es lo que está al margen, lo que se encuentra sólo al sesgo. 

* * *

Si la música es “un ruido al que se la ha dado forma según un código” (Attali, J., Ruidos. Ensayo sobre la economía política de la música), la música sería un modo de extraer, de ese ruido de fondo que es lalengua, una cierta forma expresiva. Cuando sentimos que la música nos  “dice algo”, nos “habla de algo”, tal vez sea porque hace ex-sistir –en forma efímera, sólo mientras suena y siempre al margen– el enigma de una presencia Otra. No tanto el enigma de lo que querría decir, como el de lo que nos hace sentir (Freud).


Sexualidad y diferencia de género. Por Miquel Bassols

  “Sexualidad y diferencia de género”. Miquel Bassols en ELP TV  https://www.youtube.com/watch?v=Q2Y3h8_pckM - 26 may 2022- No hay duda de ...