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Privacidad e intimidad
El término “privacidad” es un anglicismo
formado a partir de privacy, vocablo
estrechamente ligado a la positivización de los derechos naturales durante el
siglo XIX. La privacidad es pues, ante todo, cuestión de derecho: the rigth to privacy.[1]
A pesar de ser frecuentemente usados en forma
intercambiable, “privacidad” e “intimidad” no son sinónimos. “Privado” remite a
lo que se desea mantener lejos de la intromisión pública, a lo particular y a la
propiedad; mientras que “íntimo” se refiere a la interioridad de la persona, su
alma pero también su corporalidad. La asimilación de ambos términos en
expresiones como “derecho a la intimidad” y “derecho a la privacidad”, refleja la alteración sufrida por la intimidad
misma con la progresiva difuminación de lo público y lo privado.
La metamorfosis de la intimidad
Esta metamorfosis supone un doble
desplazamiento de la intimidad: desde la esfera de la soledad al ámbito
colectivo, y desde el estatuto de la personalidad a la órbita de lo
patrimonial.[2]
En el primer caso, se trata de un problema de simple operatividad en la elaboración
jurídica de la privacidad, que lleva a abandonar la noción de intimidad como “fuero
interno”, para ocuparse de sus proyecciones en el “fuero externo” de la vida
privada y el ámbito público.
En cuanto al desplazamiento desde los
derechos de la personalidad a los patrimoniales, se trata de los cambios en la sociedad
de la información y del consumo. La intimidad ha pasado a ser un bien contable sujeto
a las leyes de la oferta y la demanda. Como destaca Pérez L., “en esa
situación, la intimidad de cada uno vale lo que los demás, en particular los
medios de comunicación, están dispuestos a pagar por publicitarla”. Con ello la privacidad pierde los rasgos
propios de los derechos de la personalidad –inviolables, irrenunciables e
inalienables–, y se convierte en potencial objeto de “transgresiones
consentidas, renuncias y cesiones a cambio de las consiguientes prestaciones
económicas”. [3] El
carácter de derecho de la personalidad sólo se conservará en el caso de los
menores –v.g., para protegerlos de la explotación de la imagen. Este nuevo
estatus de la privacidad se legitima a partir de una noción de “interés
público” reducida al “interés informativo”: cuántos están dispuestos a pagar por
acceder a cierta información.
Extimidad y “exintimidad”
A contracorriente de esta metamorfosis, el
psicoanálisis se orienta hacia lo más interior de nuestra intimidad –que paradójicamente
es también lo más exterior. Lacan acuño el neologismo extimidad[4]
para referirse a esa Inneren Ausland
(tierra extranjera interior) a
la que Freud refería al síntoma,[5] y
J-A Miller dedicó un seminario entero a su elucidación.[6]
Es todo un síntoma de la banalización[7]
del sujeto actual que el término extimidad
haya sido adoptado en las redes sociales para designar la exhibición pública de
la intimidad. Pero mientras que la extimidad
lacaniana remite a la inclusión paradójica de lo real en lo simbólico, en esta “extimidad”
mediatica, que podemos más bien denominar “exintimidad” (exhibición de una
intimidad que ya no es tal), se trata de una proliferación de lo imaginario en
lo simbólico, como secuela del ideal de transparencia introducido por la
ciencia. “En el fondo, esa es la ambición científica: carecer de extimidad”.[8]
La “exintimidad” es propia de una sociedad
que pretende sustituir el enigma de la mirada por la visión sin pérdida del ojo
electrónico, y suprimir el “fuera de campo” que estructura al sujeto.[9] Pero la opacidad que así se pretende liquidar,
retorna en lo real del cuerpo como goce exhibicionista y voyeurista o como empuje
a la caída de la escena fantasmática, en un desconocimiento cada vez mayor del
propio goce singular.[10]
El porvenir de la privacidad
Si el sujeto actual es llevado cada vez más a
construir su historia, su vida y su persona misma en el entramado público de la
web, ¿cuál puede ser el porvenir de la privacidad?
El psicoanálisis, que precisa para operar de esa
privacidad hoy puesta en entredicho, puede en retorno aportar un factor de
resistencia frente al Ojo absoluto[11]
que nos cerca.
(Publicado originalmente como: "Privacidad". En: AA
VV, Scilicet. El cuerpo hablante.
Sobre el inconsciente en el siglo XXI. Volumen del X Congreso de la Asociación
Mundial de Psicoanálisis. Grama editores, Buenos Aires, 2015)
[1] Título del artículo pionero de Warren y
Brandeis, publicado en 1890. Existe versión digital en: http://www.jstor.org/stable/10.2307/1321160
[2] Pérez Luño, A. “La metamorfosis de la
intimidad”. Derechos Humanos en Internet, Julio 2012. Disponible en: http://www.derechoshumanoseninternet.org/la-metamorfosis-de-la-intimidad/
[4] Lacan, J. El Seminario, libro
VII. La Ética del psicoanálisis.
Buenos Aires, Paidós.
[5] Freud, S., “Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis”. Conferencia 31. Obras completas, t. XXII, Buenos Aires: Amorrortu, 2006.
[6] Miller, J.-A. Extimidad, Buenos Aires, Paidós, 2010.
[7] Cfr. la referencia de Miller al estilo de
las relaciones sexuales de las nuevas generaciones: “desencanto, brutalización,
banalización”. Miller, J.-A., “El inconsciente y el cuerpo hablante”. Presentación del tema del X Congreso de la
AMP en Río de Janeiro, 2016. Disponible en: http://wapol.org/es/articulos/Template.asp?intTipoPagina=4&intPublicacion=13&intEdicion=9&intIdiomaPublicacion=1&intArticulo=2742&intIdiomaArticulo=1
[8] Ibíd., pág. 21.
[9] Lacan, Seminario,
libro XII. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos
Aires, Paidós.
[10] M. Bassols: “Sociedad de la transparencia,
opacidad de la intimidad”. Disponible en: http://miquelbassols.blogspot.com/2014/08/sociedad-de-la-transparencia-opacidad.html
[11] Wajman, G. El ojo absoluto. Buenos Aires, Manantial, 2011